"dónde está la felicidad prometida?", entre sollozos se preguntaba cuando apenas habían transcurrido unas escasas semanas de su pomposa boda. la encontré en la oficina, sentada, cogiéndose la cara entre las manos, me miró como si pidiera un abrazo, unas palabras de consuelo y yo me quedo muda sonriéndole, se queja más y entonces le miento, le digo justo lo que desea oir y repito lo que dicen todos acerca del matrimonio, pero no soy convincente supongo, quizá hasta fuí sarcástica, pues su rostro se transforma y hace una mueca de disgusto como si se arrepintiera de haberse quejado y la observo nuevamente: es apenas una niña pecosa con coletas que se queja de haber dejado su casa por un Ken que se volvió de carne y hueso ...
disimulo mi fastidio, me levanto y me voy por si las historias rosas sean contagiosas, llamo a C, una amiga que es algo así como una antítesis de Barbie para una urgente dosis de humor negro e ironizar juntas sobre las demás mujeres de nuestro alrededor, las amigas, las primas, las tías, las colegas, etc ...
"si!! esto está mejor" pienso
llego a casa y al parecer la virulencia pink me ha cogido, busco de entre los cachivaches los dos aros de compromiso que me remontan a tiempos pasados y es cuando los síntomas me cachetean, me producen arcadas y vuelve el dolor ... pero ahora creo entenderlo: es un dolor amoroso,
es el amor que se alimenta más de lo que falta que de lo que tiene o al menos eso dicen los textos de psiquiatría,
que cuando el deseo amoroso está satisfecho y alcanzado, es decir su objetivo, se esfuma parte de la felicidad prometida, de tal forma, el amor está unido a estados de depresión y dolor; que la depresión crea un vacío que se traduce en dolor pero también como deseo, de allí que el dolor amoroso sea normal
y entonces pienso que aunque me fuerce a ser dark, todavía me queda alguito de pink en el alma ... una simbiosis necesaria supongo
